Gustavo Álvarez Gardeazábal, escritor y periodista tulueño de reconocido renombre, celebró un hito muy especial en su carrera: la publicación de su columna número 1000. En una conversación reveladora sobre su vida y obra, el autor compartió su perspectiva sobre el periodismo, la escritura y el futuro del oficio en un contexto marcado por las redes sociales y la inmediatez de la información.

En sus propias palabras, Gardeazábal reflexionó sobre la fortuna de haber alcanzado este logro en un país donde, según él, «la gente no tiene constancia. No hay voluntad y no hay disciplina». A lo largo de su carrera, ha sido él quien ha hecho todo el trabajo: «1000 crónicas hechas todas completamente por mí, porque soy yo quien miro los periódicos que me llegan impresos. Reviso las páginas web de periódicos a los que estoy suscrito del exterior o aún de Colombia, reviso las escrituras en las redes, en Facebook, en Twitter, y sobre esa base construyo mi teoría. Y la vuelvo columna», comentó con humildad, pero también con un sentido de orgullo sobre la dedicación que ha puesto en cada una de sus publicaciones.

Además, Gardeazábal dejó claro que su trabajo no busca la fama ni la popularidad en plataformas como YouTube o las redes sociales, un mundo que a menudo se asocia con la «nueva era digital» del periodismo. «¿Se convierte como una especie de… en televisión era un referente, ahorita con las redes sociales se puede decir que es un youtuber? No, yo hasta por allá no», afirmó con una sonrisa, restándole importancia a las comparaciones. «Esto es simplemente un gozo. Me parece que el país necesita que alguien piense y que alguien lo ponga a pensar».

Con una mirada crítica hacia los cambios sociales y tecnológicos, Álvarez Gardeazábal también dejó entrever que, en esta etapa de su vida, aún tiene la esperanza de seguir contribuyendo al pensamiento colectivo. «Aspiro a hacerlo hasta que pueda y agradecerle a todos los que me oyen, me leen y además me incitan a seguir escribiendo», expresó, aludiendo al cariño y el apoyo que ha recibido de sus seguidores, quienes lo consideran una figura clave en la reflexión pública del país.

En cuanto a los nuevos retos que enfrentan los jóvenes que se inician en el periodismo en un mundo digital, Gardeazábal tiene una visión clara. «Lo han repetido muchísimos oyentes, que lo que han aprendido de mis crónicas es mucho, y que hoy voy leyendo mi columna número 1000, donde conté cómo lo hago, han aprendido mucho más y lo van a poner como texto», señaló, orgulloso de su labor educativa.

Gardeazábal no olvida su faceta de maestro, una que, aunque lejos de los salones de clase universitarios, sigue vigente en su vida y en la de aquellos que lo leen con atención. «Mi oficio de maestro lo juré hace muchos años y dije que prefería vender papas en la galería de Tuluá, que volver a ser profesor de la Universidad. Pero veo que sigo con razón, me llaman maestro», reflexionó con una mezcla de nostalgia y gratitud.

Así, con su mirada puesta en el futuro y en la enseñanza constante, Gardeazábal sigue siendo una de las voces más autorizadas y respetadas en el ámbito periodístico, con la humildad de quien sabe que su trabajo es un legado que perdurará mucho más allá de las pantallas y las crónicas digitales. Su mensaje es claro: «El país necesita que alguien piense, y alguien lo ponga a pensar».

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